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¿Te interesa trabajar en el campo de los Derechos Humanos? ¿Conocés los Derechos de los adultos mayores?

ADULTOS MAYORES: DILEMAS EN LA APLICACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN TIEMPOS DE COVID-19

M. E. Domínguez

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“Como la diversidad cultural es, cada vez más, el destino del mundo moderno, y el absolutismo étnico un rasgo regresivo de la última modernidad, ahora el peligro mayor proviene de las formas de identidad cultural y nacional –nuevas y viejas- que intentan afianzar esa su identidad adoptando modalidades cerradas de cultura y de comunidad y negándose a comprometerse…con los peliagudos problemas que provoca intentar vivir en la diferencia”

STUART HALL, 1993

 

“Una política de justicia debe brindar a todos los ciudadanos la posibilidad de protección de sus propios derechos, pero no necesariamente a través de la vía jurisdiccional. Es necesario diseñar y alentar una protección accesible, plural y heterogénea y no es menester a veces, ni siquiera conveniente que sea a través del poder judicial”

ELENA HIGHTON DE NOLASCO (2009)

 

Introducción

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La intención de evitar la salida de adultos mayores a la calle mediante la necesidad de un permiso especial –que los mayores debían tramitar para que les sea permitido circular por la ciudad y realizar las mismas acciones que el resto de los ciudadanos- con el fin de sostener la cuarentena, lograría los fines propuestos: velar por la salud de todos en los centros asistenciales. Dicha propuesta, sin embargo, causó un gran revuelo en distintos ámbitos.

Si bien ellos constituyen la porción de la población más vulnerable frente a la pandemia del Covid-19, dado que registra el mayor riesgo de mortalidad, se nos presenta, una vez más y visibilizada ¡por esta inédita situación que nos atraviesa en el año 2020!, que se trata de un grupo etario con el que se sigue manteniendo una deuda social en relación con la protección y el resguardo de los derechos que los asisten. Consecuentemente no desconocemos que ello entraña atender a las dificultades y dilemas que su aplicación conlleva, con el fin de leer la igualdad y la diferencia, en cada una de las vejeces, siendo imperativo conservar la idea de la subjetivación siempre posible en cada acción que se desee implementar.

 

La igualdad y la diferencia

 

No ignoramos que el Covid - 19 ha atravesado a los diversos estratos de la sociedad y que, ante este hecho inesperado, impensable, de la misma índole, deben ser las respuestas que se consideren para pensar la situación de nuestros adultos mayores.

Las cuestiones sanitarias, ciertamente, ubican una diferencia de este rango etario en cuanto a las necesidades asistenciales y los diferencian en torno a su vulnerabilidad biológica u orgánica, un real imposible de esquivar. Pero los adultos mayores no son sólo eso, no son sólo cuerpos que se encuentran deteriorados y en desventaja frente a una pandemia por los años que han vivido, son además un confín de experiencias acaecidas que han obtenido, lo cual los convierte en sujetos portadores de una valía incuestionable, recordemos como ejemplo que muchos de ellos vivieron la pandemia de la Polio siendo niños y siendo los principales afectados por ella.

Llamativamente en una época que pareciera interesarse por las diferencias y su resguardo en pos de dar lugar a las mismas, de escuchar a las mismas, esto parece dejarse de lado y sólo acentuarse un punto que los distancia con una valoración negativa del resto de la sociedad: las necesidades y demandas sanitarias que demandarían y que pueden poner en jaque al vapuleado sistema sanitario argentino. Entonces ¿se trata de su resguardo por sus necesidades diferenciadas o en esa idea de protección se esconde otro tipo de resguardo?

La vejez, o mejor dicho las vejeces, una a una de ellas, se encuentran atravesadas por heterogéneas disciplinas y saberes que hablan por ellas y en algunos casos bogan por sus derechos, tal como queda anunciado en los epígrafes que hemos elegido. De allí, que los confines de esta problemática parecieran oscilar, si seguimos la propuesta de Levi Strauss, entre (1974-75, p. 13) pues lo que está en juego son las singularidades subjetivas de las vejeces.

Nuestro enfoque no se soportará en la universalidad de los derechos, sino que se trata de un abordaje que produce e integra el tejido social, con el desafío de considerar las diferencias, la diferencia. De habitarla sin desconocer las cuestiones propias de la edad, de su rango etario. Y es que los adultos mayores encarnan también la diversidad propia de lo humano y siguen requiriendo de otro, del otro para sobrevivir o vivir. No alcanza con la satisfacción de las necesidades la relación con el otro y los otros, aún en ellos, sigue siendo fundamental en su humanización y socialización. Pero, interroguémonos ¿de qué Otro se trata? ¿De un Otro que se presenta como afirmación de la identidad que poseemos?, ¿un otro que podría acorde al miramiento que despliegue frente a los adultos mayores, bajo un supuesto ropaje de protección, su posibilidad de decisión por su propia vida, es decir, que termine por abolir su autonomía si así lo considera?, o por el contrario otro que, considerando su autonomía o la precaria autonomía que algunos presenten, resguarde ese espacio de humanidad que encarna la posibilidad de decidir cómo vivir o cómo morir lo que consideran sus últimos años de vida.

Como telón de fondo de esa identidad que los aúna y los diferencia hallamos la pregunta por la identidad. Ese (2010, p. 163), completemos nosotros, en defensa de la propia subjetividad, o tal como postula Martín Heidegger en 1957 “la diferencia procede de la esencia de la identidad” (Heidegger, 1988, p. 59).  De allí, que el gran desafío proviene, para cada sujeto, uno a uno, ante las modalidades diversas de identidad cultural negarse o comprometerse “con los peliagudos problemas que provoca intentar vivir en la diferencia” (Bauman, 2010, p. 207) y, no obstante, asumir, obtener una identidad.

 

Las voces ante los derechos

 

Esta situación actual que podríamos leerla llamativa y retroactivamente como anticipada por Lacan en 1974 cuando se pregunta: “¿Y si todo saltara? ¿Y si las bacterias tan amorosamente elevadas en los blancos laboratorios se trasmutasen en enemigos mortales?  ¿Y si el mundo fuera barrido por una horda de esas bacterias con todo lo merdoso que lo habita, comenzando por los científicos de los laboratorios?” Nos preguntaríamos ¿qué haríamos?  Pregunta que no cesamos de hacernos frente a virus del Covid- 19, en materia sanitaria y en torno a las necesidades subjetivas. Al respecto Lacan señala: “Hay tres posiciones imposibles dichas por Freud: gobernar, educar y psicoanalizar. Agregaría una cuarta: la ciencia. Tan cerca como las demás, los científicos no saben que están en una posición insostenible” (Lacan, 1974) agreguemos ante dicho panorama que nos azota hoy día.

La pandemia actual lo ha develado. El discurso de la ciencia sabemos forcluye al sujeto y con ello la angustia, el cuerpo atravesado por el lenguaje, las diferencias, nuestra humanidad y lo que queda nos dice es . (Lacan, 1974). Ese tratamiento de ese miedo ha barrido con todo ante esta pandemia incluso con los derechos. En palabras de Lacan en la entrevista que le hicieran en 1974 titulada , allí especifica refiriéndose al miedo del miedo: . Terreno en dónde se asiste a las angustias singulares, una por una, vez por vez.

De allí dos interrogantes que involucran el derecho y las subjetividades concernidas:

a) ¿Son especiales los derechos humanos que asisten a los adultos mayores o es especial el hallar el modo de aplicación de los mismos, caso por caso?

b) ¿Se puede pensar en la universalidad de los derechos o, se trata de su aplicación en el uno por uno, vez por vez?

Señalemos que estas preguntas son producto de interrogar los presupuestos con los que generalmente se acercan a ellos. Ahí hallamos un experto que habla en su lugar quitándoles, en muchos casos, el poder de la palabra y – claro está-ellos son los únicos que pueden dar cuenta y responder por su padecimiento. Aún en aquellos casos en que podamos detectar su autonomía en estado decreciente. Hoy día los expertos son los científicos.

La del año 2015, en su Preámbulo, en el cuarto párrafo asegura que esa protección se lograría: He allí los dos grandes desafíos para el abordaje desde la ética: la universalidad y la no discriminación.

¿Qué proponemos nosotros? sí a la discriminación, pero positiva, en resguardo de las singularidades allí aludidas. Es decir, poder soportar que al estar atravesados por el lenguaje somos diferentes ya sea en el aspecto físico, religioso, inclusive étnico, dando lugar al sistema de parentesco en el que crecieron y las marcas singulares de propias de cada uno. Y sí a la universalidad, en tanto igualdad en el acceso de los sujetos a los mismos, es decir, deben darse para todos las condiciones, la oportunidad de acceso al resguardo de derechos. Entonces, ¿cómo abordarlos?, ¿cómo poner en práctica esta convención?, ¿se trata de una contradicción interna en la legislación misma?, ¿se trata acaso del uso de la normativa y su interpretación? o ¿de la posición de aquél que hace uso de ella?

Desplegar esta problemática implicará oír otras voces. Aquellas que se elevaron frente al posible requisito y que nos pusieron en alerta de la humanidad que habita en cada adulto mayor, ciertamente para aquellos que quisieron oírlos. En consonancia con el planteo de Gerard Wacjman se trata de una revuelta del (Wacjman, 2011, 79) ¿a las diferencias? A ¿oír los derechos?

Sus voces se hicieron presentes en un escrito presentado ante el Jefe de Gobierno porteño aludiendo que la medida a implementar era discriminatoria, o mejor dicho segregatoria, al avasallar subjetividades. Entre los dichos que esgrimieron adultos mayores de más de 70 años indican que es un maltrato encubierto en una pseudoprotección. Indican en el texto: "Seguiremos las instrucciones ya difundidas: compra en negocios de cercanías, farmacias, bancos, y además aportaremos nuestra experiencia de vida para atenuar los efectos de esta crisis mundial". A su vez, los firmantes son todos personalidades de diversas áreas que se encuentran trabajando activamente pese a su edad, a saber: Eduardo Constantini (73 años), Enrique Nosiglia (70 años), Graciela Fernández Meijide (89 años), Domingo Cavallo (79 años), Cardenal Mario Poli (73 años), Alejandro Bulgheroni (76 años), Rodolfo D'Onofrio (73 años), Enrique Pinti (80 años), Graciela Borges (78 años), Norma Aleandro (88 años), Marta Minujín  (77 años), Beatriz Sarlo (78 años), Pedro Cahn (72 años), Daniel Stamboulian (82 años)  y la lista continúa.

El defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, cuestionó con dureza el polémico requisito considerándola una medida “anacrónica” que trata a los mayores como “débiles mentales”. El ensayista e historiador del arte José Emilio Burucúa consideró la disposición como “una nueva forma escandalosa de discriminación”. Pero más allá de las distintas posiciones, lo cierto es que hay miles de personas que superan esa edad y que aún mantienen una intensa actividad laboral y social entrañable. Muchos de ellos destacados en el ámbito de la vida pública nacional. Entonces ¿cómo resolver el dilema? Resguardo, derechos; cuidados, restricciones. Son acaso todos incapaces de asumir los resguardos recomendados, o kamikazes que saldrán a contagiarse serialmente y buscar la muerte o, por el contrario, el reclamo acentúa lo vivificante que hay en ellos y que nos enseñan que aún en pandemia podemos aprender de ellos y resguardar el legado que pueden transmitir a generaciones venideras.

 

  1. Breve conclusión

 

Nos interesa cerrar este trabajo con nuevas preguntas que surgen ante lo novedoso de la “nueva normalidad” a partir de aquellas voces de nuestros adultos mayores despliegan ante esa supuesta vigilancia que sintieron al volverlos vulnerables e incluso peligrosos o sospechosos de un delito que no han cometido. ¿Cómo resguardar a nuestros adultos mayores?,¿cómo dar lugar a su legado, ¿cómo resguardar las singularidades subjetivas de las vejeces? y nuevamente ¿cómo saldar la deuda con ellos en materia de aplicación de derechos?

Por último, una frase de una artista que alertaba su preocupación y angustia ante la pandemia que no deja de obligarnos a responder: “a esta edad perder un año de vida no es gratuito”.

 

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  • Bauman, Z. (2010). Identidad, Argentina, Buenos Aires: Losada.

 

  • Badiou, A. (2000). Ética y Psiquiatría. Reflexiones sobre nuestro tiempo, (pp. 37-43), Argentina, Buenos Aires: Ediciones del Cifrado.

 

  • Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos (2005). UNESCO.

 

  • Derrida, J. &. Roudinesco, É.  (2003): Y mañana, qué…., (2da ED.). Aregentina, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

 

  • Felicetti, H. R. (1999). Derecho a la Identidad Personal, Argentina, Buenos Aires: Gráfica Yanel.

 

  • Fernández Sessarego, C. (1992). Derecho a la identidad personal, Argentina, Buenos Aires: Editorial Astrea.

 

  • Fernández Sessarego, C. (2015). Derecho y persona, Argentina, Buenos Aires: Editorial Astrea.

 

  • Iacub, R. (2016). Identidad y envejecimiento, Argentina, Buenos Aires, Paidós.

 

  • Levi-Strauss,  C. (1974-75). La identidad, España, Barcelona: Petrel.

 

 

  • Tabakian, E. (2016). Identidad y envejecimiento. Prólogo. Iacub, R. Identidad y envejecimiento, Argentina, Buenos Aires, Paidós.

 

  • Wacjman, G. (2011). El ojo absoluto, Argentina, Buenos Aires: Manantial.

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